La Academia Argentina de la Publicidad dio la bienvenida a los primeros cuatro académicos de honor, seleccionados por el jurado de en base a sus aportes a la disciplina y su trayectoria: Pablo del Campo, Hernán Ponce, Ronald Shakespeare y el recientemente fallecido, Gabriel Dreyfus, quien fue recordado por todos los presentes con fuertes aplausos cuando una de sus hijas recibió la distinción en su nombre y lo evocó a través de uno de sus poemas “Lloraba el negro a su raza con lágrimas de carbón, quién te mandó ser negro en un mundo sin color? Negro esclavo del pasado, perseguido del presente, quién te mandó ser hombre en este mundo sin gente? Lloraba el negro a su raza con lágrimas de carbón y era su llanto la risa y su tristeza la danza y sus gemidos oscuros el ritmo de su tambor... ¿Quién te mandó ser alegre en un mundo sin amor?”.
Santiago Olivera, presidente de la Academia, dio la bienvenida a los asistentes y recordó, también a Gabriel Dreyfus. “Hemos escuchado cientos de recuerdos de Gabriel en esta semana, y está excelente que así sea. Pero esto, también, nos recuerda los objetivos de esta Academia que son compilar el acervo cultural que significa la publicidad, jerarquizar la actividad y, por sobre todas las cosas, recordar y homenajear en vida a nuestros mejores representantes.” En otro momento de su discurso, Santiago recordó el origen de la Academia “Hace poco más de 2 años, 20 colegas nos juntamos para fundar la Academia Argentina de la Publicidad inspirado en instituciones similares en distintos países del mundo. Hoy somos más de 100. Creíamos y seguimos creyendo que la publicidad Argentina, que es una de las disciplinas en la que nuestro país más se destaca mundialmente, necesitaba un lugar como este un lugar que sea, por un lado, la memoria de nuestra profesión, que produzca conocimiento para mejorarnos como disciplina y, como dije recién, un lugar donde se distinga aquellas personas que han hecho grande esta actividad.”
Además de a Gabriel Dreyfus, la academia distinguió a Pablo del Campo, efusivo, emotivo e inquieto; a Hernán Ponce, quien se centró en agradecer a quienes fueron su impulso especialmente en los ‘80; y a Ronald Shakespear, representado por su hijo Juan, continuador y curador de un legado de casi 60 años.