Argentina tiene la creatividad en su ADN. Es una de nuestras marcas país. Y es una gran oportunidad.
Podemos llevar esta creatividad más allá, aplicando una mirada de negocios.
Trascender campañas y pensar en soluciones de productos y servicios con impacto humano. Que mejoren el día a día de las personas, que trabajen sobre la inclusión, la accesibilidad y sostenibilidad. De esta forma ganaríamos impacto a gran escala y conectaríamos con los mercados globales. Y si usamos data y tecnología como habilitadores de esta creatividad brillante que tenemos, vamos a impulsar nuestras ideas mucho más aún.
Tenemos el talento para hacerlo.
Argentina tiene uno muy buen índice de STEM (personas que estudian carreras relacionadas a sistemas, tecnología, ingeniería y matemática) y el mejor índice de EPI (English Proficency Index) a nivel Latam. Además de muchos de los soft skills que el mundo valora: espíritu emprendedor, capacidad de adaptación y cultura de aprendizaje permanente.
Vivir y trabajar en este país tan desafiante, con un entorno tan cambiante, es como hacer un master o crossfit profesional. Estamos entrenados para buscar soluciones, resolver rápido y aprender todo el tiempo. Ante un contexto cada vez más incierto, Argentina tiene la capacidad y la flexibilidad para competir en cualquier mercado internacional.
Hoy la industria del conocimiento es un gran actor dentro de nuestra economía de exportación.
Talento nos sobra, reglas claras nos siguen faltando, es cierto. Pero si potenciamos nuestro espíritu argentino (no solo para el mundial), unimos fuerzas y trabajamos colaborativamente podemos brillar acá y en cualquier lugar del mundo.
Y si decidimos hacerlo desde suelo argentino (federal, talentoso y muy extenso si cruzamos la frontera de Buenos Aires) podemos salir de este loop de crisis constantes.
Hay una luz al final del túnel. Es argentina, y depende de nuestro talento.
