PUBLICADO EL 28/11/2019

Cuando las máquinas no pueden reemplazar a la palabra…

Por Guillermo Valenti, Coordinador del Departamento de Relaciones Públicas e Institucionales de UADE

Opinión

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En el mundo corporativo y en el educativo; cuando pensamos en la actualidad y el en futuro, inevitablemente el desarrollo de nuevas tecnologías viene a nuestras cabezas, casi de inmediato. Nos ponemos a pensar cómo los nuevos desarrollos, especialmente aquellos vinculados con la inteligencia artificial, han irrumpido en nuestras vidas para modificarlas; desde analizar nuestros gustos, hasta reemplazarnos en muchas tareas y volvernos a nosotros mismos casi obsoletos. 

Pero es inevitable pensar en qué sucede con aquellas disciplinas que se desarrollan en el seno de las ciencias sociales y de la comunicación. Es ineludible considerar que la tecnología también ha generado su impacto, nos ha dado nuevas herramientas para estar más conectados, ha acelerado los canales disponibles, ha acercado distancias, y nos ha permitido crear nuevas redes de contacto. Pero hay algo que las máquinas no han logrado, algo tan humano y complejo a la vez: la creación de vínculos, con las posibilidades ilimitadas que estos permiten.

Algo de empatía y tecnología

No podemos negar que las máquinas son inteligentes, de hecho, cada día lo son más. Nos facilitan tareas, nos permiten acceder a volúmenes incalculables de información; pero carecen de ciertos aspectos que nos diferencian de ellas. No tienen emociones, no pueden modificar sus conductas, no pueden estar tristes o felices, enojadas o calmadas; no muestran antipatía o empatía por los demás. En fin, todo aquello que parece entorpecer el trabajo de una organización con procesos mecanizados, lo enriquece y fortalece cuando hablamos de comunicación.

Si profundizamos aún más, y analizamos el fenómeno tecnológico desde la perspectiva de disciplinas como las relaciones públicas, entendemos que los avances han modificado nuestra forma de trabajo a partir del uso de nuevas herramientas y formas de vincularnos. Pero en definitiva la esencia sigue siendo la misma; estamos forjando lazos, tratando de generar empatía, o simplemente de entendernos y respetar los múltiples puntos de vista sobre un mismo tema. Todo, estamos tratando de hacerlo con otras personas; y no hay máquina que pueda reemplazarnos, al menos por ahora.

Pero volviendo al punto, como mencionamos antes, la tecnología nos puede ayudar a recabar información, e incluso a analizar gustos e intereses de los públicos de una organización y posibilitarnos distintas formas para contactarnos, pero hasta ahí llegó su trabajo; será responsabilidad de una persona o de un grupo de personas pensar estratégicamente cómo vincularnos para lograr ventajas competitivas para la empresa, o cómo resolver problemas cuando se susciten, o de crear nuevos productos y servicios para satisfacer las demandas; o lisa y llanamente, de arreglar una máquina cuando deje de funcionar. La mente humana tiene habilidades que no tienen las máquinas, la de crear, adaptarnos a los cambios, ponernos en el lugar del otro, interpretar y darle un contexto a cada situación y a todo lo que se dice; incluso tiene una habilidad tan pero tan única, como es la de equivocarse, porque esto nos permite aprender de nuestros errores y superarnos; por el contrario, cuando una máquina falla no podrá usarse hasta que no sea reparada.

En fin, no podemos negar que la tecnología facilita la tarea de un profesional de la comunicación y de las relaciones públicas; acorta distancias, disminuye los tiempos de entrega de mensajes y de respuesta, permite estar más conectado con distintos públicos al mismo tiempo; pero detrás de todas esas funciones mecánicas, es necesario contar con el ingenio de una persona que sepa cómo diferenciar los mensajes de acuerdo a quienes van dirigidos y que tenga sentido de la oportunidad y entienda cuándo es el mejor momento para hablar o conservar el silencio; porque en definitiva nuestros interlocutores son personas. No nos comunicamos con interfaces, no construimos vínculos con máquinas, no intentamos entendernos o mostrar empatía con robots; las organizaciones están formadas por personas, y mientras siga siendo así, la comunicación será uno de los principales activos con el que cuentan.

En un mundo cada vez más tecnológico y mecanizado, en el que se quiere reforzar la necesidad de reconectarnos a través de la palabra y del contacto visual, formas ya casi primitivas, las disciplinas que se destacan dentro del ámbito de las ciencias sociales y de la comunicación siguen teniendo una ventana abierta al futuro.

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